Sol del Bajío, Celaya, Gto. 20 de enero de 2013
DIEZMO
DE PALABRAS
YO
YA HE VISTO OTROS VIENTOS...
“Sólo hay una cosa en
el mundo peor que hablen de uno, y es que nadie hable de ti”.
Oscar Wilde
“Yo ya he visto otros vientos y afrontado otras tempestades”,
dijo Marco Tulio Cicerón hace más de dos mil años. Desde entonces a la fecha,
los vientos no cesan y las tempestades no faltan. Se dice que las personas
pequeñas sienten tristeza o pesar del bien ajeno. Dejan de vivir por estar
pendientes de la vida de quien consideran su adversario, se sienten agobiados
por los triunfos de aquél o de aquella. En la literatura, como en los pasillos
de los centros culturales, las letras forman palabras, no siempre visibles, a
veces tangenciales y cargadas de tinta negra y amarga. Se urden estrategias, se
enhebran aspiraciones, se cuelan como ratas sus pequeños planes. Se
descubren...
En el taller literario de
los martes, a donde continuamos invitando a todas aquellas personas interesadas
en la lectura dirigida y en la escritura desmenuzada, tenemos la fortuna de
contar con la experiencia de un escritor reconocido internacionalmente;
premiado muchas veces, leído por miles, con obra traducida a otros idiomas y que
incluso se estudia a nivel de doctorado en letras hispánicas en algunas
universidades. Herminio Martínez, Cronista de la ciudad de Celaya, nos honra
con su ejemplo. A pesar de su condición de salud, que mejora efectivamente cada
día, nos alienta, nos estimula, corrige y aconseja sin esperar algo a cambio
más que la satisfacción de ver a tantos aspirantes a escritores alcanzar
pequeños o grandes logros, según las propias perspectivas. Pueden soplar
vientos o tramas ceñidos de culebras, ya han sido vistos, ya han sido vencidos.
Julio Edgar Méndez
LAS PALABRAS
Octavio Paz
Dales la vuelta,
cógelas del rabo
(chillen, putas),
azótalas,
dales azúcar en la boca
a las rejegas,
ínflalas, globos,
pínchalas,
sórbeles sangre y
tuétanos,
sécalas,
cápalas,
písalas, gallo galante,
tuérceles el gaznate,
cocinero,
desplúmalas,
destrípalas, toro,
buey, arrástralas,
hazlas, poeta,
haz que se traguen
todas sus palabras.
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LOS HERALDOS NEGROS
Por César Vallejo
Hay golpes en la vida,
tan fuertes... ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de
Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo
sufrido
se empozara en el
alma... ¡Yo no sé!
Son pocos; pero son...
Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero
y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los
potros de bárbaros Atilas;
o los heraldos negros
que nos manda la Muerte.
Son las caídas hondas
de los Cristos del alma
de alguna fe adorable
que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos
son las crepitaciones
de algún pan que en la
puerta del horno se nos quema.
Y el hombre... Pobre...
¡pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el
hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos,
y todo lo vivido
se empoza, como charco
de culpa, en la mirada.
Hay golpes en la vida,
tan fuertes... ¡Yo no sé!
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A TI, REVOLUCIÓN
Por Herminio Martinez
1
¿Quién lee el periódico
a estas horas
en que todos sabemos
que amaneció nublado
y no hay otra noticia
que el sollozo
de los que ven perdida
la hipoteca?
¿A quién consolarán
tantas reuniones?
Lo que nos interesaría
ya se sabe:
Un ministro conmina a
las naciones,
un empresario pone cara
de ángel,
un boxeador golpea con
su retiro,
un cardenal opina sobre
el sexo,
una pintora cree que ha
reencarnado,
anuncian con gran ruido
las memorias
de un poderoso ex
funcionario público,
le habla el zodiaco a
su feligresía,
la sociedad se yergue
en cada página
donde algunos preguntan
con la frente
si Dios será un cigarro
o un vehículo.
Está el planeta con su
luz de neones
y todo lo demás que
conocemos:
que los intelectuales
se acometen,
que el dinero crea
hombres de la nada,
que es más feliz el
salteador corriente,
que hay un país donde
la muerte ha puesto
su trono entre la gente
con más hambre,
que la contaminación se
ha incrementado
y que pronto veremos
cómo caen
pájaros, hombres y
ángeles a tierra.
El banco ya subió sus
intereses.
Y un policía muy poco
te consuela
cuando vas a sudar al
urinario.
¿Qué importa si el
tamaño de la dicha
acrecentó el volumen de
los jueces
y a los demás les hizo
el mundo de ámbar?
Hay que pagar,
sangrando, la hipoteca
para que pronto pasen
los veinte años.
El hombre es pobre. Es
cierto.
El funcionario, erecto
en su grandeza,
se asoma a contemplar
el universo,
mientras acá nos llegan
los ronquidos:
esas voces opacas de
los poros,
la suma que encadena
reflexiones
-como reses a un palo-
a la desgracia.
Papeles a caballo y por
micrófono
cuando el esplendor
busca sufragios.
Papeles que dan frío
más que esperanzas.
Papeles con los lunes
llenos de hoyos.
Uno podría dar sombra y
caracoles,
pero llega en misión el
freno negro
y pone a tu silueta de
rodillas:
papel para pagar los
intereses,
papel para pagar la
indiferencia,
papel para pagar una
hora de agua
y la multa atrasada del
vehículo
o el impuesto que sólo
come carne.
Papel para pagar el
avalúo,
papel para cubrir la
dura deuda
que dura más en cuanto
más se paga.
Cúmulo de jamón y de
gusanos
que rebasó las cuentas
de tu lápiz.
¿A qué andar jubilosos,
pues, entonces,
con todos los
periódicos que avisan
que el Presidente
regresó de un viaje?
2
Hay algo en el azul de
esta mañana.
Algo que no se ve pero
se siente
agazapado en cada
transeúnte.
Delante de las frondas
del descanso,
en el trono esplendente
del prestigio,
detrás de la presencia
imponderable
que es el poder sentado
junto a un águila.
Un algo que nos mira y
nos acecha
desde ciertos señores
que están rotos
del hígado y por eso
amargan tanto.
Hombres de cascabel y
de corbata
con brillos en la punta
de sus pómulos.
Un algo que es enorme
por lo grueso
y feroz por la forma de
su imagen.
¿Qué será? Me preguntan
azorados
los que al igual que yo
lo desconocen.
¿Acaso el mal carácter
que anda en muchos?
¿La espuma neurasténica
de tantos?
¿Será la envidia con su
piel rugosa?
¿La hipocresía
creyéndose importante?
No se puede saber si es
una especie
letal por la manera de
su aliento,
que se come a la vida
de un mordisco.
Uno se cansa de
buscarle el rabo
y él se endereza más en
sus cubiles
donde oficia el ritual
de su progenie.
Hay algo en el azul que
nos ahuyenta
con el hollín que
emerge de su entorno
y la sangre quemada de
sus párpados.
Un destino con ojos y
mandíbulas,
una verdad con uñas en
la imagen,
una lengua salida del
estiércol
a hablar de los demás
con muchos dientes
y canas en la sien,
desde el periódico.
Es algo con facciones
de político
y protervo perfil de
catedrático,
inconfundible por su
ser de rata,
metido en el tamaño del
encono.
3
¿Desde cuándo el dolor
ara en tu pecho
con pardas yuntas de
gobernadores?
¿Desde cuándo los hijos
se te enarcan
sobre la ardiente flor
de la diarrea?
¿Cómo plancharle el
entrecejo al viudo
y al huérfano zurcirle
el entusiasmo?
¿Cómo quitarle una
puntada al triste
y enderezarle el muelle
al paralítico?
¿Cómo besarle el
sabañón al sucio
y bajarle algún nardo
de la luna?
¿Cómo sacar del túnel
al minero
y lavarle lo verde
hasta encontrarlo?
¿Cómo darle un pulmón
al que se asfixia
en cualquier avatar de
la carencia?
Se sufre cuando
anuncian los ministros
que ya vas en el tren
del alfabeto.
Se sufre cuando baja el
Presidente
a rascarse la patria
con discursos.
Déjalos deletrear tu
calavera
cuando hablen de sí
mismos en su altura.
Cuando a los diputados
se les prenda
el foco de tu nombre en
la tribuna
y el alcalde, sentado
en sus razones,
diga que ya te hicieron
una clínica,
ponles una criatura
ante los ojos,
de ésas que no ha
probado aún la historia,
y que lo juren,
entonando el himno,
por las tierras a
cuadros de sus feudos.
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