Sol del Bajío, diciembre 16 de 2012
Diezmo de Palabras
LA ETERNIDAD NO TIENE MIRASOLES
La obra publicada por nuestro maestro, Herminio Martínez, Cronista de la ciudad de Celaya, es muy extensa y reconocida dentro y fuera del país. Su libro de cuentos, La eternidad no tiene mirasoles, será editado en el 2013 bajo el sello de la UAM y la Fundación René Avilés Fabila, quien amablemente se comunicó con quien esto escribe para pedirme le diera al Maestro las buenas nuevas. René desconocía los pormenores de la salud de nuestro cronista y al enterarse de su reciente operación, de inmediato se puso en contacto con Herminio para saludar a un gran amigo de tantos años y alegrarle el día con esta excelente noticia. Pero la verdadera sorpresa fue que Herminio ya se encuentra en franca recuperación y estará presente cuando el libro sea mostrado a los medios. Esta es la temporada en que las personas buenas esperan milagros -y no es que seamos buenos-, pero quizá lo somos, y nuestro Maestro también estará de pie junto a todos los integrantes del Diezmo, cuando el Sistema municipal de arte y cultura haga la presentación del nuevo libro de narrativa celayense, El oro de los trigos, con la participación de los compañeros nuevos y viejos de nuestro taller literario. Pero además, esta temporada le trajo a Herminio y su esposa Yolanda, otro regalo: dos nietas lindísimas, Emma Y Frida, quienes pronto podrán abrazar a su abuelo totalmente repuesto.
Gracias a Herminio Martínez y sus enseñanzas, consejos, guía, paciencia y amistad, varios de nosotros hemos conseguido a lo largo de los años y el esfuerzo, obtener premios literarios, reconocimientos, libros publicados y la satisfacción de poder agradecer públicamente a nuestro Maestro por todo su apoyo. Y ahora, a través de esa maravilla tecnológica de la comunicación electrónica por medio de redes sociales, el Taller literario diezmo de palabras cuenta con nuevos miembros. Algunos con trayectoria y “tablas”, otros diletantes, pero todos entusiastas; con talento y ganas de leer mucho y escribir hasta que la pluma, lápiz o teclado se quede pasmado de cansancio.
En el Taller diezmo de palabras, estamos doblemente alegres de compartir esta muestra del trabajo de los compañeros virtuales junto con los presentes, “en cuerpo y alma”, y de saber que tenemos maestro y Cronista para rato.
Por Diana Alejandra Aboytes Martínez
Se dejaba sentir el frio invernal de las noches de diciembre, aun así, se podía disfrutar de un infinito manto estrellado. El recuerdo de otras noches, en otros lugares más solitarios. ¡Qué de memorias se agolpaban en su mente!
...Los villancicos cantados por los Niños de Viena en el disco eran nostálgicos, como si hubiese que recordar otros días. Ella, con luz en la mirada optó por vestir una sonrisa. Tenía muchas preocupaciones pero ninguna se solucionaba pensando en ellas, ninguna se resolvería esa noche. Decidió ser feliz.
La música cambió por otra más alegre espantando la nostalgia. El ritmo elevaba el ánimo y un poco de vino de buena cepa endulzó el momento, aunque no demasiado. Una Navidad llena de adornos que ornamentaban los espacios. Era la típica reunión donde todos se conocían pero eran absolutos desconocidos. Unos cantaban, otros bebían, mientras la chica hacía trazos mentales. Sumida en su soledad, la sorprendieron dos lágrimas que asomaron a sus ojos. El calor del vino trajo consigo emociones. La mujer había decidido obsequiarse en esa noche sin regalos, un corazón nuevo. Se lo merecía. Anteriormente vivía con un hombre hosco y frio, en medio de un humor extraño pasando del éxtasis a la mayor de las tristezas, llena de episodios no comprendidos, de películas mudas… retazos de una vida. Fue el ayer de su existencia vista desde lejos. Desde su separación la libertad era su compañera. Soñar la hacía feliz, inventar historias era su pasatiempo. Adoraba imaginarse haciendo cosas diferentes. Le gustaba caminar, nunca sabía donde la llevarían sus pasos. Disfrutaba detenerse en el camino, mirar los sitios y lugares para retenerlos en su memoria. Pasada la media noche se quedó sola con sus pensamientos, repasó la magia. Sintió como si otras personas que físicamente no estaban con ella la recordaban en ese momento. Fue un sentimiento que la embargó sintiéndose acogida, amada… pero tenía la necesidad del abrazo, necesitaba la presencia física. ¿Para qué tener ese cuerpo si no lo dejaba expresarse? Algo estaba atorado muy dentro. Se fue a descansar pero de último momento decidió quedarse a mirar el amanecer. Agradeció al Universo disfrutar el paisaje, poder sentirlo. El Sol comenzaba a nacer en el horizonte, le parecía ver los árboles más verdes. Y en una consigna silenciosa vio que los errores cometidos deberían ser el punto final.
Esa reflexión había sido el regalo que la Nochebuena concedió.
Envío abrazos invisibles a cada ser a quien en su corazón albergaba y continuó su camino.
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Y SE FUE
Por Esperanza Julia Ayala Ramírez
Entre sueños y añoranzas
uno a uno van los días,
mueren en el crepúsculo
...sin detener su marcha.
Corriendo como un río
incansable y juguetón,
abanico de canciones
empapadas de alegría,
sigues sin parar tu cauce
y te pierdes en la nada.
Naciste entre pañales
de júbilo y esperanzas,
creciste poco a poco
entre epopeyas irónicas,
...vivencias.
Cuando sufres tu agonía
desprendes suspiros profundos,
por los días que ya perdiste
por los pocos que aún te quedan.
Remembranza de esos días
cálidos en oropel,
de lágrimas celestes
humedeciendo la tierra,
y un sinfín de promesas
suspendidas en el aire.
Tan sólo es un año,
otro lapso de vida.
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ENTRE SOLES Y LUNAS TINTAS EN SANGRE
Portador: José Luz Rentería González
...Dedicada a Ióana.
¡¡¡Aviso urgente!!! Me ha abandonado mi querida imaginación. Se recompensará con dos mil doce estrellas a quien de informes para encontrarla. Si la han visto por ahí, díganle que la añoro, que me hace tanta falta por las mañanas. Que ya no duermo, que mi alma rechaza el alimento y mi corazón ha dejado sentir. Me encuentro como una marioneta a la que le han cortado los hilos. Derrumbado en un rincón paso la vida cautivo de mi eterna pusilanimidad. A veces me visitan los roedores, los cuales me pasan por encima desgarrando mi organismo con sus afilados dientes. En otras ocasiones son las cucarachas las que se meten en mis heridas para depositar sus gérmenes de donde más tarde nacerán centenares de bichos que plagarán mi cuerpo o lo que aún queda él. La humedad se ha apoderado de estos restos, creando una enfermedad que se extiende cada vez más.
Setecientos treinta soles y veinticuatro lunas han muerto ya desde el momento en que partió; y aún, no he aprendido a olvidarla. Los anhelos que de mí se desprenden se han ido tras de ella. En la agonía por estar a su sombra se consume el recuerdo de aquél instante que me acarició. Hoy, no sé donde esté: pero por siempre será el Hada, sensual protagonista de mi fantasía. ¡Invocaré a mis amigos el fuego y al agua para saber de ella! Le pediré al viento que me traiga sus palabras. Y a la Madre Tierra le ofrendaré mi sangre para hacer crecer la rosa que conquiste su amor. A mi Padre Éter, le rogaré me permita ver su mirada por un segundo. La Natividad del corazón será el tiempo propicio para cavar mi sepultura. Para abandonar esta máscara en la que tantas veces oculté mis sentimientos por ella, y lanzarme al vacío de su espacio para llenarlo con el ardor de mi presencia. A veces quisiera desangrar mis venas para rellenarlas con las ilusiones de mi infancia, para ver si así se endulza un poco esta soledad.
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TIC-TAC
Por Alberto Campos Hernández
Hemos llegado al suspiro final del año, llegamos a pesar de que pensábamos quedarnos en las flores de la primavera; disfrutábamos tanto el aleteo de mariposas y la frescura del viento, no contábamos los días ni escuchábamos el tic-tac del reloj. Llegamos al final del año cuando juramos quedarnos bajo la brisa del verano y en calma recostarnos a recordar los sueños de antaño bajo la resolana, sin pensar en el tiempo ni escuchar el reloj. Recuerdo que prometí quedarme entre las hojas de octubre, en una fina lluvia de ocre, nostalgia hecha otoño que me hacía darme cuenta de que el año se iba rápido. Hoy estamos en el último suspiro del año, y aunque estoy prometiendo quedarme en la frescura y paz decembrina y en la niebla del invierno, recuerdo que de nuevo comienza una vez más este ciclo y cuento las campanadas finales y escucho de nuevo el tic-tac esperando con ansias mil nuevas aventuras en el año venidero.
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DOCE NIÑAS DE LUZ
Por Rosaura Tamayo Ochoa
Un coro de doce niñas llenas de color, luz, y música, adornan un árbol navideño con sus bailes y cantos. Cada una tiene un nombre de mes y un color. Para ellas todo era juego y alegría, entre las danzas de encender y apagar sus luces. Pero llegó un día con lluvia y trueno. Una de las lucecitas, llamada Diciembre-blanco, comenzó a enfermar. Su luz, cada vez más tenue, opacaba su vestido y su semblante. Febrero-rojo y Agosto–guinda dijeron que debería tener algún remedio, mientras veían sus hermosos vestidos brillar, pero Noviembre-magenta les contestó que había visto a muchas lucecitas morir y con ella contagiaba a las demás hermanas. Abril-azul y Mayo-rosa dijeron que encontrarían alguna forma de sanarla, pero todas sabían que la única forma de cantar y bailar era al estar todas encendidas y tomadas de sus manitas. Septiembre-plata y Octubre-oro propusieron dar un poco del polvo de sus vestidos esperando aliviar el mal, pero Enero-verde y Marzo-amarillo comentaron que esa no era la salvación; así que Julio-morado y Junio-naranja propusieron invocar a su ángel guardián, esa era la única forma. Todas unidas en una melodía pidieron al ángel les concediera el milagro; ese guardián a quien veían de lejos cómo lograba rescatar a otras lucecitas. Comenzaron a dar destellos diferentes hasta llamar la atención del ángel, quien llegó y se dio cuenta de que una de las lucecitas estaba próxima a apagarse y con mucho cuidado curó a la lucecita. Agosto-marrón fue la primera en gritar de alegría, ya las doce niñitas tenían luz y los colores de sus vestidos se veían listos para seguir con la fiesta. Unidas lograron salvar a la hermanita enferma. Ahora todas tendrán luz y alegría hasta el final de la Navidad. Ya después, cuando lleguen los regalos, se quedarán en una cajita guardadas para descansar y tomar fuerzas para la próxima Nochebuena.
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LA RODILLA DEL DIABLO
Leyenda popular celayense de dominio público en versión de:
Carlos Javier Aguirre V.
Era una tarde tranquila de diciembre, y las familias gozaban de un día de descanso. Los niños jugaban y comían golosinas mientras las mamás platicaban los chismes actuales. Afuera del templo de San Miguel –en el barrio del mismo nombre-, se estaba llevando a cabo la tradicional pastorela. Todo se iba dando de acuerdo al libreto previamente ensayado por las personas del barrio, cuando de pronto, se les pareció el mismísimo Diablo. Enorme, coludo y con cuernos, empezó a hacer maldades a todos, pero especialmente a las muchachas. El cielo se oscureció y una fuerte tormenta azotó con golpes de viento las puertas del templo que se abrieron de par en par y las velas se apagaron dejando todo en penumbra. Rápidamente todas las familias corrieron llenas de terror a refugiarse en sus casas. Alcanzaron a ver cómo, en las puertas del templo, parado con una espada en la mano de la que salían rayos de luz, el arcángel Miguel retaba al Diablo. Pero el demonio, al ver al arcángel, huyó despavorido. Corrió y corrió y corrió hasta llegar a la última cuadra de la calle de Aztecas. Era tanto el nerviosismo del Diablo al ver que lo venían siguiendo, que se le atoró el rabo, ocasionando que se tropezara y dejara marcada, sobre una piedra, hasta el día de hoy, su infernal rodilla.
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