domingo, 4 de noviembre de 2018

LA LETRA DE LA TIERRA



LA LETRA DE LA TIERRA
Por: Leticia Romero González

Martín Campa es una persona sencilla que ha destacado en su carrera de escritor: como narrador y como poeta. Lo han publicado en varias revistas, entre ellas: Tierra Adentro, Azogue y Tranvía. También ha sido publicado en varias antologías nacionales y extranjeras. Ha ganado concursos de poesía y su obra se publica regularmente en varios diarios de la región y en algunos sitios de internet. Pero es su gran amor por las letras lo que destaca en la obra de Martín. La literatura lo lleva de la mano a expresar todo lo que siente y todo lo que contempla en su vida cotidiana. Tiene la mirada del poeta.
            También abarca temas como el erotismo. En su poesía, Zoraida sueña, escribe: "Busco tus manos para mojarlas / con la sed que derrama mi vientre. Para sumergirlas en el embravecido caudal / que hoy se volvió pasión”. Con delicadeza nos envuelve con sus imágenes.
            En Desesperanza nos dice "¿Ahora quién me leerá aquellos himnos salados que una madrugada olvidaste sobre mis muslos? / ¿Quién dará luz a mis penas y pintará alegrías de fuego sobre las sábanas de mis desesperadas noches? ".
            Martín disfruta del campo. Es parte integral de su obra poética. En Gotas de oro, la lluvia da vida a los valles y cubre los montes donde el aire es una espiral y la marimba acompaña las estrofas y el recóndito olor a frutas verdes. Esa misma lluvia da vida a Metáfora salada. La lluvia que cae en la ciudad se confunde con la tristeza de la gente. Cae en las ventanas de los amantes, como humo en las penumbras. Esponjas cargadas de centellas, fulgor que duerme en los espejos, el agua es Metáfora salada donde suelen ahogarse los ángeles.
            En Escriban su Antífona describe cómo se llena el alma con los amaneceres y las letras encienden los corazones, dejando al desconsolado poeta como expectador del mundo creado por él mismo. Las figuras poéticas alegran al lector y llegan a su alma: “Desgranen la mazorca de alegrías / y cuando llegue la tarde bébansela, / cómansela, / abran su pecho, el corazón / pónganlo a brillar en las manos del huérfano”.
            A lo largo de los muchos años que Martín Campa ha sido parte del Diezmo de Palabras, sus poesías y relatos nos atrapan y solo queremos seguir leyendo más y más. Todo lo que ve y escribe es poesía para él. Las metáforas nacen de su pluma con la facilidad de tener ya el oficio de poeta, de quien también el Maestro Herminio Martínez dijera que: “se alimenta con el fulgor de la estrella de la mañana”. 



ZORAIDA SUEÑA
Martín Campa

Busco tus manos para mojarlas
con la sed que derrama mi vientre.
Para sumergirlas en el embravecido caudal
que hoy se volvió pasión.
Me haces a tu antojo.
La ansiedad se vuelve aguja
zurciendo nuestros cuerpos.
Y pienso que ni el aire
iguala el fulgor de esta noche
ni las sábanas tienen tanta música
como nosotros.
Cuando entras otra vez en mí
somos guerreros en pleno combate.
Un destello abofetea mi alma.
Abro los ojos y descubro mi lecho vacío
¡De nuevo este bendito sueño!

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ESCRIBAN SU ANTÍFONA
Martín Campa

Hijos de la madrugada, rompan todas las luciérnagas
para que vean cómo dentro de ellas
escritos están aún los nombres suyos.
Gocen, disfruten con las maracas de la gramática.
Llenen con ritmo de azahares
ese inmenso lucero que es su voluntad.

Vayan por todo el mundo aplastando quejumbres
de aquellos que aún no entienden por qué es la negrura
y con el cirio de su alma quemen los quinqués
que jamás han podido encender, desesperados.

Desgranen la mazorca de alegrías
y cuando llegue la tarde bébansela, cómansela,
abran su pecho, el corazón
pónganlo a brillar en las manos del huérfano.

Arránquenle la piel a los desconsolados
y no piensen jamás en la muerte y sus navajas,
acuérdense que sólo fallece aquel al que le toca.

Se muere el ciego que ya no puede ver con el caracol de los oídos
y el sordomudo que grita en letras del espíritu.

Se muere el que usa zapatos de escasez
y el señor que no tiene miedo ni un amo a quien glorificar.

Se muere aquel que se llama como el pecado
y se embriaga con el brandy de la desventura.

Se muere ese que no tiene nombre
pero sí unas inmensas ganas de ser fuego
en el vientre de las que venden, lujuriosas, sus manzanas.

Disfruten, gocen con la sinfonía que interpreta su ingenio.
Escriban su antífona sobre la corteza de las nubes.
Hagan sonar las piedras apócrifas
a donde viene a sentarse el viento.

Bailen hasta que sus pies se deshagan sin tinta.
Invítenme a mí también,
pero dejen que me vaya al rincón de los pesares.
No entristezcan su algarabía sólo por mi culpa.

A mí sólo déjenme en la habitación donde pernocta el silencio:
antiguo hechicero con espejo de agua y sombras.

Recuerden que los malabaristas de la palabra,
de tan resplandecientes,
llegamos a perder las tuercas de nuestro rojizo resplandor.



GOTAS DE ORO
Martín Campa

Agua de amorosa vida.
Resplandeciente ventarrón
que se quita sus anillos
para cambiarlos por sueños.
Gota de música antigua,
redentora de los mudos.

Agua de todos los sitios.
Maravillosa marimba
que acompaña las estrofas
de aquellas que siempre escriben
con el oro de su lengua.

Espléndido rumor verde.
Recóndito olor a frutas.
Fiesta que cubre los montes
donde el aire es una espina,
un mezquite sin fantasmas,
solo un grito sin temblores.

Agua que bendice al mundo
con su titánico brillo.
Licor de viento y zenzontles.
La semilla de esperanza:
dulce al igual que la luna.
Agua. Sed. Pócima usada
para quien vive sufriendo
las cicatrices de olvido
que trae consigo la vida.

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DE LLUVIA NUEVA
Martín Campa

Arde el sol como la vida,
gira al compás del verano.
Anda despacio en los pinos
reventándoles sus hojas.
Se aproxima el aguacero
con su sonido de fiesta.
Vuela el sol junto a las aves
que van buscando refugio
para esconderse del agua.
Un viento extraño se mueve
atorado entre las nubes.
Los ladridos de los perros
hacen que el pueblo parezca
un soplo de lluvia nueva.
Los hombres guardan silencio,
el cielo parece un canto
que rueda sobre la cumbre.

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FUIMOS SOMBRAS LUNARES
Martín Campa

1
En estas húmedas noches
es cuando más te recuerdo.
Ahora la casa se siente fría
sin ningún rastro de tu voz.
Será mejor que me levante
de la cama,
de este mullido lecho
donde cientos de veces
fuimos un solo destello.
Será mejor salir al patio
para que el viento se lleve
ese aroma que dejaste en mi cuerpo.

2
Tu semblante, Alexa,
hechizaba a cualquier mortal.
A mí me clavaste en el pecho
una daga infectada de amor.
Y así te fui queriendo, pequeña,
poco a poco, como se aprende
a amar la llegada de un nuevo amanecer.
Me esforcé para no necesitarte
pero terminé embriagado
con ese suave licor del pecado.

3
La lluvia es como tú, Alexa:
renueva cada rincón del patio,
cada hoja de los árboles frutales
a los que también les crecen sueños.
Las nubes, saltando de charco en charco,
tienen tu esencia,
ese aroma a duraznos y claveles.
Mi corazón es un huerto
que sigue esperando tu retorno.

4
Sin saber por qué, Alexa,
tu corazón se transformó en ave
y abandonó el hogar
donde fuimos sombras lunares,
constructores de sueños,
víctimas de nuestros cuerpos.
Aquí esperaré a que vuelvas:
antes de que vengan los vientos
o florezcan los aguaceros.

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POETA DE ALAS ROTAS
Martín Campa

Otra vez estas pústulas
que no me dejan respirar;
me transforman en guiñapo
deslustrado y pesaroso,
muñeco de hedores viejos,
fragmento de nube tosca.
Otra vez estas ampollas
que me desarman sin prisa,
erosionan poco a poco
mis huesos y mi espíritu.
Soy un remedo de nada,
soy un grito sin salida.
Un eco desparramado
sobre las calles del mundo.
Camino buscando el viento
para que me azote el rostro,
para que me arree la sombra.
Escurre agua atormentada
de mis labios quebrantados.
Mis pupilas son cascajo
donde se oxidan las moscas.
Soy ánima extinguiéndose.
Soy pestilencia aturdida.
Otra vez estas vejigas
que me muerden y no expiro,
que me arrojan y no caigo,
me acercan a los gusanos,
me separan de los hombres,
me traspasan las arterias.
Esta carne desgarrada
que no sirve y sí se queja.
Este cuerpo moribundo
que entre la bruma se pierde.
Esta maldita quejumbre
de poeta de alas rotas.

+++++++++++++++++

VIOLÍN DE CUERDAS HÚMEDAS
Martín Campa


Los cuervos roban la tarde
y alguien maldice mis palabras.
La lluvia danza
para entretener a los difuntos
mientras el silencio ilumina nuestros pesares.
Soy vasija de barro malcocido,
bebo licores mezclados con el viento
o acaricio el espinazo que es la noche.
Dios es un violín de cuerdas húmedas
que solo suena entre mis manos.





*Textos publicados en El Sol del Bajío, Celaya, Gto.
**Imágenes de: Gerardo Murillo (Dr. Atl); María Izquierdo; José María Velasco.

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