viernes, 5 de abril de 2019

ATL TLACHINOLLI



ATL TLACHINOLLI
-Agua quemada-

Agua y fuego. Bien y mal. Blanco y negro. Todos los seres humanos tenemos dentro de nosotros la dualidad: el Atl tlachinolli, la voluta de humo –reverberación- que surge del agua al contacto con el sol quemante. Así se plasmó en la historia de México-Tenochtitlan. El águila (la fuerza dual, cielo-tierra), devora el atl tlachinolli, es decir, se llega al equilibrio, al autocontrol, y al conocimiento supremo: el conocimiento de uno mismo.

            La historia la escriben los vencedores después de una guerra. Se imponen criterios y costumbres. Se establecen dogmas, ritos y cultos. Se crean las “verdades” históricas y culturales, se tergiversa el conocimiento y se desprecia al vencido. Por fortuna, contamos con evidencias en piedra, aunque algunos ignorantes digan que “is not written in stone”.

            La actividad poética en náhuatl era conocida como in xóchitl, in cuícatl (“flor y canto”). De esta forma, la poesía náhuatl se presentaba como un diálogo con lo divino y con el pueblo.
            Esta dualidad también forma parte de nuestra propia herencia, parte de nuestra sangre. La invasión española devino a su vez en una conquista mutua. Nos hermanamos, logramos el balance entre agua y fuego; de dos razas nos volvimos una sola, la mexicana.
            Se dice que fue precisamente un filósofo español, Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana, quien dijo: “Aquellos que no recuerdan el pasado están condenados a repetirlo”. Por eso los ignorantes se burlan de lo que no entienden, porque no lo conocen. En algunos casos es aún peor, no les interesa conocerlo.     Pedirle a un rey, quien es igual a cualquier otro individuo, que tenga el gran valor humano de pedir perdón en nombre de un pueblo que hace casi 500 años encontró en el Cem Anahuac a una nación de la que no supo o no quiso entender que colaborando juntos hubieran alcanzado un mayor nivel de conocimiento cultural, matemático, filosófico, artesanal, económico, científico, artístico, ético e incluso religioso, no es una petición estúpida y fuera de lugar. Es de alto valor ético buscar la reconciliación que como hermanos de sangre nos debemos desde mucho tiempo atrás.  
            Los invasores españoles emprendieron una guerra donde se destruyeron siglos de avances de los pueblos originarios de América que, hasta el día de hoy, no se han podido recuperar. Ya ni hablar del genocidio y la barbarie, porque no se puede juzgar algo así a la luz de nuestro siglo XXI. Nos sería imposible entender una mentalidad medieval, cuyo dios oro era la manera más rápida de dejar de pertenecer a su señor feudal.
            Afortunadamente prevalecen los hombres y mujeres de pensamiento sereno y ecuánime, de ambos lados del Atlántico, quienes con profundo sentido humano reconocen que dos pueblos hermanados a lo largo de cinco siglos debemos llegar a la reconciliación. No se trata de exigir que pidan perdón solo por joder, se trata de llegar juntos a dominar el agua y el fuego, el Atl tlachinolli, el conocimiento y reconocimiento de nosotros mismos. Vale.
Julio Edgar Méndez




SOMOS MORTALES
Nezahualcóyotl

Percibo lo secreto, lo oculto:
¡Oh vosotros señores!
Así somos, somos mortales,
de cuatro en cuatro nosotros los hombres,
todos habremos de irnos,
todos habremos de morir en la Tierra.

Nadie en jade,
nadie en oro se convertirá:
En la tierra quedará guardado
todos nos iremos
allá, de igual modo.
Nadie quedará,
conjuntamente habrá que perecer,
nosotros iremos así a su casa.

Como una pintura
nos iremos borrando.
Como una flor
nos iremos secando
aquí sobre la tierra.
Como vestidura de plumaje de ave zacuán,
de la preciosa ave de cuello de hule,
nos iremos acabando
nos vamos a su casa.

Se acercó aquí
hace giros la tristeza
de los que en su interior viven.
Meditadlo, señores,
águilas y tigres,
aunque fuerais de jade,
aunque allá iréis,
al lugar de los descarnados.
Tendremos que desaparecer.
Nadie habrá de quedar.



SED DE INMORTALIDAD
Nezahualcóyotl


Me siento fuera de sentido,
lloro, me aflijo y pienso,
digo y recuerdo:
¡Oh, si nunca yo muriera,
si nunca desapareciera!
¡Vaya yo donde no hay muerte,
donde se alcanza victoria!
Oh, si nunca yo muriera,
si nunca desapareciera.

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MI HERMANO, EL HOMBRE
Nezahualcóyotl

Amo el canto del zenzontle,
pájaro de cuatrocientas voces,
amo el color del jade
y el enervante perfume de las flores,
pero más amo a mi hermano: el hombre.

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YO SÓLO ME CONOZCO A MÍ MISMO
Cacamatzin


Amigos nuestros,
escuchadlo:
que nadie viva con presunción se realiza.
El furor, las disputas
sean olvidadas,
desaparezcan
en buena hora sobre la tierra.

También a mí solo,
hace poco me decían,
los que están en juego de pelota,
decían, murmuraban:
¿Es posible obrar humanamente?
¿Es posible actuar con discreción?

Yo sólo me conozco a mí mismo.
Todos decían eso,
pero nadie dice la verdad en la tierra.

Se extiende la niebla,
resuenan las caracoles
por encima de mí y de la tierra entera.
Llueven las flores, se entrelazan, hacen giros,
vienen a dar alegría sobre la tierra.

Es en verdad, tal vez como en su casa,
obra de nuestro padre,
tal vez como plumajes de quetzal en tiempo de verdor,
con flores se matiza,
aquí sobre la tierra está el Dador de vida.
En el lugar donde suenan los tambores preciosos,
donde se hacen oír las bellas flautas,
del dios precioso, del dueño del cielo
collares de plumas rojas
sobre la tierra se estremecen.

Envuelve la niebla los cantos del escudo,
sobre la tierra cae lluvia de dardos,
con ellos se obscurece el color de todas las flores,
hay truenos en el cielo.
Con escudos de oro
allá se hace la danza.

Yo sólo digo,
yo, Cacamatzin,
ahora sólo me acuerdo
del señor Nezahualpilli.
¿Acaso allá se ven,
acaso allá dialogan
él y Nezahualcóyotl
en el lugar de los atabales?
Yo de ellos me acuerdo.

¿Quién en verdad no tendrá que ir allá?
¿Si es jade, si es oro,
acaso no tendrá que ir allá?
¿Soy yo acaso escudo de turquesas,
una vez más cual mosaico volverá a ser incrustado?
¿Volveré a salir sobre la tierra?
¿Con mantas finas seré amortajado?
Todavía sobre la tierra, cerca del lugar de los atabales,
de ellos yo me acuerdo.



EL CONEJO EN LA LUNA
Anónimo nahuatl

Los pájaros de la noche
se quedaron en su casa;
mucho llovía a la mitad de la noche.
Cuando las nubes negras se fueron,
los pájaros estuvieron revoloteando,
tal vez veían al conejo en la Luna.
Yo pude contemplar
los pájaros de la noche
y también al conejo en la Luna.

+++++++++++++++++++

PAJARILLO PAJARILLO
Anónimo nahuatl

¿Por qué cantas?
Yo canto porque estoy alegre,
yo canto porque siempre amanece
y tú, ¿Por qué no cantas?

Pajarillo, ¿Por qué cantas?
Yo canto porque tengo vida,
yo canto porque no estoy herido
y tú, ¿Por qué no cantas?

Pajarillo, ¿Por qué cantas?
Yo canto porque veo cosas hermosas,
yo canto porque hay sol,
y tú, ¿por qué no cantas?

++++++++++++++++++++++

EN VANO HEMOS LLEGADO
Ayocuan Cuetzpaltzin

Esfuércese, quiera mi corazón
las flores del escudo,
las flores del Dador de la vida.

¿Qué podrá hacer mi corazón?
En vano hemos llegado,
hemos brotado en la Tierra.
¿Solo así he de irme,
como las flores que perecieron?

¿Nada quedará de mi nombre?
¿Nada de mi fama aquí en la Tierra?

¡Al menos flores, al menos cantos!
¿Qué podrá hacer mi corazón?
En vano hemos llegado,
hemos brotado en la Tierra.



MUCHO QUÉ CONTAR
Herminio Martínez
           

Por los hombros de marzo en los que el sol se sienta.

Por la roja distancia del pañuelo
que un día me dijo adiós, lleno de sangre.

Por la boca brevísima del aire
azul para unos labios besados por el frío.

Hoy tengo qué  decir de tardes crueles,
tal vez hechas de estrellas sanguinarias
y amigos que traicionan
por devoción a algún placer inmundo,
donde curva un rumor briago la fiesta
mientras acá los perros ven las ánimas.

Sólo hay dos realidades: Dios y el hombre,
lo demás son espejos
que lamen nuestros pies con lengua rubias.

Las almas en verano son los ópalos
que nos cambia la lluvia por comida.

Los dueños de la muerte son los hijos,
que salen a ondular olas de espanto.

Al borde de la tierra se unge el ala,
que un día se irá de aquí, del diente al paso,
sin humo con sabor a ayuno o culpa,
sin ganas de almorzar viendo el otoño
llorar follaje muerto en mar de espigas.

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