Sol
del Bajío, Celaya, Gto. Domingo 11 de enero de 2015
EL CASCABEL DEL GATO
“Juntáronse los
ratones
para librarse
del gato;
y después de
largo rato
de disputas y
opiniones,
dijeron que
acertarían
en ponerle un
cascabel,
que andando el
gato con él,
librarse mejor
podrían.
Salió un ratón
barbicano,
colilargo,
hociquirromo
y encrespando el
grueso lomo,
dijo al senado
romano,
después de
hablar culto un rato:
– ¿Quién de
todos ha de ser
el que se atreva
a poner
ese cascabel al
gato?”
LOS RATONES. Lope de Vega
Ya llegaron y se fueron los días
festivos. Hubo de todo: buenas fiestas, malas resacas, buenos deseos, malas
experiencias. Pero lo importante es que usted y yo, estimado lector, seguimos
adelante imitando la ingenuidad para ser felices de nuestros pequeños. Por eso
dedicamos esta página a los niños que, a estas alturas, ya hasta deben haber
destrozado sus juguetes. Al fin niños. Ahora vamos a ponerle el cascabel al
gato y trabajemos por nuestra ciudad desde cada espacio que nos corresponda.
Deporte, arte y cultura son ejes fundamentales del desarrollo. Los felinos depredadores
que estorban al progreso, llámense como les quieran llamar, aunque todos
sabemos hasta dónde alcanzan los colores de sus banderas, son temporales. Nadie
los recordará con cariño cuando por fin se larguen a gastar lo que robaron de
la despensa del pueblo. Con el cascabel de la cultura intentaremos mantenerlos
a raya. Sólo nos queda una duda: ¿Quién le pondrá el cascabel al gato?
NANAS
DE LA CEBOLLA
Miguel
Hernández
La
cebolla es escarcha
cerrada
y pobre:
escarcha
de tus días
y de
mis noches.
Hambre
y cebolla:
hielo
negro y escarcha
grande
y redonda.
En
la cuna del hambre
mi
niño estaba.
Con
sangre de cebolla
se
amamantaba.
Pero
tu sangre,
escarchada
de azúcar,
cebolla
y hambre.
Una
mujer morena,
resuelta
en luna,
se
derrama hilo a hilo
sobre
la cuna.
Ríete,
niño,
que
te tragas la luna
cuando
es preciso.
Alondra
de mi casa,
ríete
mucho.
Es
tu risa en los ojos
la
luz del mundo.
Ríete
tanto
que
en el alma al oírte,
bata
el espacio.
Tu
risa me hace libre,
me
pone alas.
Soledades
me quita,
cárcel
me arranca.
Boca
que vuela,
corazón
que en tus labios
relampaguea.
Es
tu risa la espada
más
victoriosa.
Vencedor
de las flores
y
las alondras.
Rival
del sol.
Porvenir
de mis huesos
y de
mi amor.
La
carne aleteante,
súbito
el párpado,
el
vivir como nunca
coloreado.
¡Cuánto
jilguero
se
remonta, aletea,
desde
tu cuerpo!
Desperté
de ser niño.
Nunca
despiertes.
Triste
llevo la boca.
Ríete
siempre.
Siempre
en la cuna,
defendiendo
la risa
pluma
por pluma.
Ser
de vuelo tan alto,
tan
extendido,
que
tu carne parece
cielo
cernido.
¡Si
yo pudiera
remontarme
al origen
de
tu carrera!
Al
octavo mes ríes
con
cinco azahares.
Con
cinco diminutas
ferocidades.
Con
cinco dientes
como
cinco jazmines
adolescentes.
Frontera
de los besos
serán
mañana,
cuando
en la dentadura
sientas
un arma.
Sientas
un fuego
correr
dientes abajo
buscando
el centro.
Vuela
niño en la doble
luna
del pecho.
Él,
triste de cebolla.
Tú,
satisfecho.
No
te derrumbes.
No
sepas lo que pasa
ni
lo que ocurre.
SE
EQUIVOCÓ LA PALOMA
Rafael
Alberti
Se
equivocó la paloma.
Se
equivocaba.
Por
ir al Norte, fue al Sur.
Creyó
que el trigo era agua.
Se
equivocaba.
Creyó
que el mar era el cielo;
que
la noche la mañana.
Se
equivocaba.
Que
las estrellas eran rocío;
que
la calor, la nevada.
Se
equivocaba.
Que
tu falda era tu blusa;
que
tu corazón su casa.
Se
equivocaba.
(Ella
se durmió en la orilla.
Tú,
en la cumbre de una rama.
LAS
MOSCAS
Antonio
Machado
Vosotras,
las familiares,
inevitables
golosas;
vosotras,
moscas vulgares,
me
evocáis todas las cosas.
¡Oh
viejas moscas voraces
como
abejas en abril,
viejas
moscas pertinaces
sobre
mi calva infantil!
¡Moscas
del primer hastío
en
el salón familiar,
las
claras tardes de estío
en
que yo empecé a soñar!
Y en
la aborrecida escuela,
raudas
moscas divertidas,
perseguidas
por
amor de lo que vuela
—que todo es volar—, sonoras,
rebotando
en los cristales
en
los días otoñales...
Moscas
de todas las horas,
de
infancia y adolescencia,
de
mi juventud dorada;
de
esta segunda inocencia,
que
da en no creer en nada;
de
siempre... Moscas vulgares,
que
de puro familiares
no
tendréis digno cantor:
yo
sé que os habéis posado
sobre
el juguete encantado,
sobre
el librote cerrado,
sobre
la carta de amor,
sobre
los párpados yertos
de
los muertos.
Inevitables
golosas,
que
ni labráis como abejas
ni
brilláis cual mariposas;
pequeñitas,
revoltosas,
vosotras,
amigas viejas,
me
evocáis todas las cosas.
+++++++++++++++++++++++++++++++++
Gabriela
Mistral
DEVUELTO
A la
cara de mi hijo
que
duerme, bajan
arenas
de las dunas,
flor
de la caña
y la
espuma que vuela
de
la cascada...
Y es
sueño nada más
cuanto
le baja;
sueño
cae a su boca,
sueño
a su espalda,
y me
roban su cuerpo
junto
con su alma.
Y
así lo van cubriendo
con
tanta maña,
que
en la noche no tengo
hijo
ni nada,
madre
ciega de sombra,
madre
robada.
Hasta
que el sol bendito
al
fin lo baña:
me
lo devuelve en linda
fruta
mondada
¡y
me lo pone entero
sobre
la falda!
MISERIA
Julio
Edgar Méndez
Sé
que esto que escribo
no
vale dos pesos,
pero
de todos modos
me
gana la gana de hacerlo.
Lo
escribo por esa niña
con
ojos de lluvia,
sin
rastro de leche en los labios
ni
huellas de pan en la panza.
No
hablo de llantos ajenos
no
invento tristeza, pero tampoco alegría,
le
dicto a mi pluma la rabia que surge
en
oleadas de gritos:
¿Qué
diablos le pasa a la vida,
que
junta miseria y pobreza?
La
niña no vende flores,
vende
ilusiones.
Un
parque que no existe,
una
madre, un padre sin rostro.
Toda
la mala fortuna que a lomos pequeños
cabalga
la acera.
Sus
ojos sin vida,
su
rostro que apunta la frente hacia el suelo.
Miseria,
miseria y miseria,
sólo
eso le espera en las calles;
cuando
su voz agrietada mendiga monedas,
a
esas almas en pena,
que
ciegos y sordos
le
roban hasta los huesos.
Escuela,
pelota, cine,
palabras
que apenas conoce.
Sabe
más de cantinas, tugurios de muerte,
papeles
de diarios que arrullen sus sueños.
Su
infancia plagada de adultos.
No
hay cuentos, ni un rezo, ni gota de agua,
tres
compañeros esquivos de su mundo bizarro;
de
niños que saben qué suerte tan mala
cuando
su cuerpo carga otro cuerpo
sin
saberlo siquiera.
Lo
escribo por ella
y lo
escribo también para mí.
Allá,
en la selva de la noche,
una
vez la miré y nos miramos.
Creo
que le di una sonrisa,
tal
vez una moneda, no sé,
pero
el dolor que me guardo
lo
encierro en el closet por ella,
para
no encimarlo a las penas
acumuladas
en mugre de uñas,
por
falta de viento,
de
arena
y de
estrellas.
PERFUME
DE JARDÍN
Eduardo
Zuria
En
el fresco de la mañana
se
forma una pequeña esfera de agua
que
se va iluminando
con
la intensidad de la luz.
Conforme
pasan las horas
su
brillantez aumenta
y se
nota cada vez más su transparencia
para
reflejar todo el paisaje,
como
una acuarela en miniatura.
Estando
en el pétalo de una flor,
entona
brillantes notas en sol sostenido mayor
y si
brinca al verde de una hoja,
canta
fuerte en líquida canción.
Cuando
el sol va calentando
reduce
su tamaño y empieza a evaporar
con
el aroma de esa flor que la acogió,
hasta
que desaparece
convirtiéndose
en aroma de humedad.
Y
pasa así todo el día y toda la noche
esparciendo
su perfume por el jardín,
hasta
que al día siguiente
esa
gotita vuelve a formarse en la madrugada,
posada
en la flor que ella misma eligió.
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